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Cruzo el Océano, camino a un país aclamado por los poetas burgueses mientras leo a Pablo de Rokha y me siento como una piedra más de las que el poeta patea, ladrando sus GEMIDOS. Poeta del alma, maldito, colosal, me haces sentir meretriz de insultos, como si fuese una proxeneta de todo ese estúpido cuento que nos hemos contado sobre  dios y la civilización. Toda esa estructura que quizo acallarte a ti, Pablo, esa sociedad ilustrada que con desparpajo vomitó epítetos sobre tus exclamaciones, tú que cantabas verdades a la cara del imperio de la falsedad dominante. Qué puedo hacer Pablo, yo que me encuentro arriba de este avión y tú que me hablas desde las certezas de un hombre consecuente...tus palabras retumban en mi alma, iluminan mi camino. 

 

A los mismos 26 años con que yo ahora escribo, tu escribías" juventud, juventud llena de precoces canas, lluviosa juventud" y me haces ver la infantilidad de mis reflexiones, cuando tú a estas alturas te habías ya liberado de las cadenas de la esclavitud mental, la pedantería y las estupideces de la academia, las instituciones y los dioses. Trascendías, elevado por encima de cualquier necesidad y decías "He ahí mi cuerpo, yo no soy mi cuerpo, él está allí botado lo mismo que un mundo botado y sobre su apariencia se desenvuelven los acontecimientos, las cosas externas de la vida, el devenir de los fenómenos en su realización". 

 

Heme aquí, encadenada a mi cuerpo y a las horas. Pero te escucho.

PABLO DE ROKHA

 

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